domingo, enero 18

Educación en México

Mucho de lo que el hombre común y corriente actual se siente orgulloso, es una mentira, o por lo menos es solo una verdad a medias, en el mejor de los casos. Esta afirmación es aún más precisa para aquellos a los que nos ha tocado ser parte del llamado tercer mundo. Vale aquí un paréntesis para enfatizar que esta división de primer mundo y tercer mundo, sin pasar por un segundo mundo, por cierto, son signo inequívoco de cómo está el orbe. En un mundo globalizado gracias a los avances científicos, no por los políticos, esta globalización no ha llevado a una redistribución adecuada del bienestar, a una redistribución más justa de los bienes y servicios. Por el contrario, dadas las desigualdades en las oportunidades de acceso a los avances tecnológicos, las diferencias entre quienes de niños tienen acceso a los avances y quienes no, podría dar lugar a una próxima generación de adultos donde las desigualdades sean más pronunciadas que en la generación de adultos actual. En el caso mexicano, hace unas pocas décadas la educación pública desde el nivel primario era, por mucho, superior a la educación que se podía tener en Instituciones privadas. Así, los hijos de un trabajador promedio tenían derecho y acceso a una buena educación financiada por el Estado, es decir, por los impuestos, por el pueblo mismo. Esta educación les permitía a hijos de obreros convertirse en profesionistas y eventualmente alcanzar un estatus socio económico mejor al de sus padres. Esto a su vez los colocó en situación más adecuada para proporcionar a sus hijos una educación que a su vez les permita tener un exito relativo en el tiempo que les toca enfrentar. En aquellos años a que me referí antes en que el Estado financiaba una buena educación pública, el estado de bienestar de los profesores era por mucho mejor que el que tienen hoy día. Mis profesores de primaria, como los de otros mexicanos de mi generación, se transportaban en autos compactos pero nuevos y de su propiedad. Ganaban lo suficiente de manera que podían dedicarse a la docencia de tiempo completo; su sueldo les permitía hacerlo. En el presente, muchos profesores tienen que dedicarse a otras actividades, incluso ajenas a la enseñanza, para sobrevivir, lo que los restringe para dedicarse con la mayor calidad al noble trabajo docente, dando como resultado una caída notable en la calidad de la formación académica de sus alumnos. Es por esta caída en el nivel educativo de las escuelas públicas, que cada vez más profesionistas que llegaron a serlo gracias a la educación pública, están dispuestos a pagar  educación privada a sus hijos. Los gobiernos de los sexenios más recientes han facilitado y acelerado este deterioro de la educación pública. Esta no solo indiferencia, sino más bien complicidad, tiene que ver con que los mexicanos hemos permitido que mantengan las riendas del país unas pocas familias que tienen el control económico. En tal situación, los gobernantes no son representantes de los intereses de la mayoría de los mexicanos, sino de unos pocos grupos económicos que nos gobiernan. Basta ver el caso de Sonora, en donde los candidatos tanto del PRI como del PAN no tienen distinción ideológica, sino que se apropian de las candidaturas de ambos partidos para asegurar la continuidad en el poder de las mismas familias que siempre lo han tenido. Más evidencia de esto: la mayoría de los aspirantes a ser candidato a gobernador por alguno de estos dos partidos son parientes, y son miembros de las familias que tienen el control económico del Estado. Llegan al colmo de querer tener al tío por un partido y al sobrino por el otro. Por el origen que tienen nuestros gobernantes se explica que para ellos no sea prioritario una educación de alto nivel en México. Al ser empresarios la más de las veces con mentalidad de comerciante del tercer mundo, no tienen la visión de que ellos mismos serían beneficiarios de una buena educación. Como he prolongado mucho esta entrada del blog, me quedo hasta aquí por esta ocasión, y seguiré con el tema más adelante. 

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