miércoles, enero 14

El declive administrativo de Pedro Ortega

Por: Anónimo.

Cuando cumple 17 años la ley 4 impuesta por Beltrones para torturar a la Universidad de Sonora, a Pedro Ortega y su descompuesta administración se le ocurre que la han venido aplicando mal. Precisamente en la penúltima programación de docentes de su ciclo de ocho años, se le ocurre darle importancia a los directores de división y a los coordinadores de programa.

Ortega ha sido funcionario siempre, y seguramente, ya no sabe hacer otra cosa que ocupar puestos en los que su labor sea estar sentado en un escritorio. Primero fue Vicerrector, después Rector, pero ni así tuvo los alcances suficientes para comprender que en la ley 4 la estructura sacaba a las carreras del seno departamental, y que por eso, los directores de división tendrían que asumir un papel más importante en el proceso de programación. El lento aprendizaje de Pedro Ortega lo muestra como siempre fue, un hombre limitado en sus entendederas.

El lío que ha generado es tremendo, la violación al Contrato Colectivo de Trabajo llega hasta el escándalo, casi un mes después de cumplida la fecha marcada contractualmente, no hay asignación de cargas para los docentes.

Justo en su penúltima programación de profesores, se les ocurre cambiar el sistema de cómputo que se venía usando, pero no solo eso, además, el software funciona mal. Con la libertad que les da la impunidad, incluyen restricciones carentes de sentido y los gatos de siempre se las ven difícil para componer tanta mendacidad.

Al mismo tiempo, incapaz de tener la mínima sensibilidad, Pedro Ortega vuelve mostrar su piel de cocodrilo frente a los problemas estudiantiles y magisteriales. Apenas se manifiestan un grupo de jóvenes con argumentos inteligentes para pedir que la Junta Universitaria admita una votación para elegir Rector, y a Ortega se le ocurre recortar los tiempos intersemestrales para dejar la Universidad desierta cuando él y sus secuaces designen a quien le cuide las espaldas los próximos ocho años. Si lo dejan decidir.

Pero hay algo que sí sabe bien, no puede pasearse por la Universidad sin guaruras porque le pueden lanzar un zapatazo. Sabe que cientos de profesores lo repudian, conoce bien cuál sería su destino si los universitarios tuvieran los canales para manifestarse. Él, que ha ganado dinero a manos llenas, que ha escondido el manejo del presupuesto, centralizado la toma de decisiones hasta el punto de no ceder ni siquiera un vigilante decente en la Comisión de Derechos Universitarios, que ha asignado construcciones y compras a sus familiares, ocultado las cuentas para abrir la puerta al deslizamiento de comisiones por seleccionar un constructor, un contratista, o un proyectista en lugar de otro, sabe bien, que no puede enfrentar a los maestros.

El domingo 14 de diciembre nos desayunamos con su voz en la radio XEDM, presumía y presumía como lo hacía Porfirio Díaz en septiembre de 1910. Hablando de una Universidad en la que el discurso oficial son las acreditaciones, no fue capaz de eslabonar una sola serie de ideas académicas que se apartaran, tan siquiera un milímetro, de los lugares comunes a los que nos tiene acostumbrados.

Mintió sobre los orígenes de los recursos que le han permitido realizar construcciones y ocultó el esfuerzo de los padres de familia que pagan las cuotas que él utiliza para ordenar el levantamiento de edificios. Salvo transas, nada ha aprendido con el tiempo. Ni siquiera pudo expresar el mínimo reconocimiento a los padres de familia que religiosamente pagan, tarde o temprano, las cuotas por el estudio de sus hijos.

Estamos a casi seis meses de que termine su administración pero él no puede comprender que nos tiene cansados con sus excesos, hartos de que desconozca el origen real del ser y vivir como universitarios. Termina su mandato en ciento ochenta días pero su ignorancia no le permite entender que su futuro puede ser, simbólicamente hablando, el de Bush en su conferencia de prensa en Irak, o el de Maximiliano de Hapsburgo, quien con el imperio en pleno deterioro, mandaba instalar la alfombra desde Palacio Nacional hasta la puerta de la Basílica, porque él, y su esposa formal, saldrían de sus aposentos para asistir a los servicios religiosos.

0 comentarios: