Elevar la mira
John M. Ackerman
Las coyunturas críticas
como las que atraviesa hoy el país exigen a los ciudadanos elevar la
mira y generar nuevas coordenadas para la discusión pública. En primer
lugar, es necesario superar las lógicas maniqueas, racistas e
intolerantes que dividen la nación entre
El principal problema que enfrenta el país no es que un grupo de
jóvenes haya roto una ventana en la rectoría de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), ni que miles de maestros traicionados por el
gobierno hayan atacado las sedes de los principales partidos políticos
en Chilpancingo, o que normalistas hayan repartido refrescos y frituras a
transeúntes en Morelia. Lo que nos tiene postrados como nación es el
férreo control autoritario y corrupto de un puñado de políticos
desprestigiados, monopolios impunes y medios manipuladores. Este trípode
constituye la minoría que realmente tiene ilustradosy
vándalos neotribales, entre
verdaderos estudiantesy
encapuchados violentos, o entre maestros
bien portados, respetuososy
guerrilleros o delincuentes resentidos. Más allá de pronunciamientos viscerales en favor o en contra de acciones específicas tomadas por grupos disidentes, urge debatir a fondo la situación nacional.
secuestradoal país y todos nuestros esfuerzos deberían ir canalizados a desmontar, de manera inteligente y pacífica, su dominación sobre el espacio público.
La buena noticia es que la actual situación de radical exclusión e injusticia no es sostenible en un país como México, con una sofisticada conciencia social y una historia colmada de luchas populares. Llegará el día en los medios electrónicos que tanto desprecian al pueblo mexicano serán obligados a ceder su lugar a nuevos medios comprometidos con un debate público de altura. Llegará el día en que la clase política nacional tendrá que despedirse para abrir espacio a nuevos liderazgos juveniles firmemente comprometidos con las causas sociales.
Pero hoy la ocupación de la rectoría de la UNAM, las agresiones a las sedes partidistas y el hurto y reparto de productos de trasnacionales, perjudican la necesaria articulación nacional de un frente social que pueda interpelar de forma más contundente a las elites políticas y económicas. Estas acciones precipitadas facilitan el trabajo sucio a los medios dominantes para descalificar la resistencia popular, a los gobiernos para criminalizar la protesta social y a los grandes empresarios para privatizar la educación pública.
Lo que hace falta hoy no es radicalizar los métodos de protesta, sino ampliar y articular las diversas exigencias populares a lo largo y ancho del país. Por ejemplo, ya hemos argumentado en favor de la proyección nacional de las justas demandas de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (Ceteg) respecto de la defensa de nuestro derecho constitucional a un
trabajo digno y socialmente útil(análisis completo aquí: http://ow.ly/kuVED). De acuerdo con el artículo 123 constitucional, todos los jóvenes del país deberían tener garantizado su derecho a un empleo digno en su materia de especialización.
De acuerdo con estudios recientes de la Asociación Nacional
de Universidades e Instituciones de Educación Superior (Anuies), hoy
existe un enorme rezago en la oferta de empleos para profesionistas. Si
la economía se mantiene con su tendencia de escuálido crecimiento, los
que hoy estudian una carrera universitaria tendrán muy pocas
probabilidades de acceder a un empleo y casi nula para contar con una
plaza digna en su área de especialización. Los expertos calculan que
para 2020 solamente 44 por ciento de los jóvenes egresados con
licenciatura encontrarán algún empleo, y únicamente 6 por ciento un
trabajo de calidad. Con toda razón entonces, los jóvenes universitarios
de hoy se encuentran tan dispuestos a movilizarse en favor de la
justicia social y en contra de las políticas neoliberales del
nuevoPRI.
Respecto de la UNAM, los estudiantes del Colegio de Ciencias y
Humanidades (CCH) deberían levantar inmediatamente su campamento para
evitar el desalojo violento y la violación a la autonomía universitaria
que tanto desea el régimen. Esta muestra de buena voluntad de parte de
los estudiantes también permitiría iniciar la construcción de un
movimiento más amplio en favor de la plena democratización de la máxima
casa de estudios, incluyendo desde luego los CCH. Hoy todas las
autoridades universitarias, desde el rector hasta los directores de
escuelas, facultades e institutos, son nombradas por una Junta de
Gobierno opaca y antidemocrática que además elige a sus propios
miembros. Las
consultasque periódicamente se celebran con la comunidad académica son meramente simbólicas.
Como universitarios deberíamos tener el derecho a elegir directamente
a nuestras autoridades o, en su caso, por lo menos participar
directamente en la construcción de las ternas de candidatos para cada
puesto. Una autoridad elegida siempre cuenta con mayor legitimidad que
una autoridad impuesta y además es mucho menos vulnerable a los
chantajes de pequeños grupos de choque. No es suficiente sólo defender
la autonomía universitaria, sino que también habría que fortalecerla y
complementarla con una mayor rendición de cuentas al interior de la
universidad.
La manera en que se resuelva el conflicto actual de los CCH enviará
un claro mensaje no solamente a la comunidad universitaria, sino a todo
el país. ¿En el México de Peña Nieto se priorizará el garrote o la
propuesta, la represión o el debate? Mientras, la comunidad
universitaria debería mostrar la madurez necesaria para pasar de un
visceral
noal
vandalismoa la articulación de una lucha más amplia por la plena democratización de la universidad nacional.
Twitter: @JohnMAckerman
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