Dos días en la Universidad de Sonora (la realidad de las cosas)
Una forma de evaluar la situación que vive la Universidad de Sonora es un relato sencillo de la vida cotidiana. Dos días en la vida de profesores universitarios es suficiente. Por esa razón tomaré el 9 y el 10 de octubre de 2008, que son el jueves y el viernes previos a la inserción de este mensaje en mi blog. Los nombres de los demás actores de mi relato me los guardo, aunque algunos pueden ser localizados en la red. En el Departamento de Física hay una gran actividad porque muchos nos preparamos para asistir al Congreso de la Sociedad Mexicana de Física, que habrá de realizarse en Zacatecas, Zacatecas del 20 al 24 de octubre próximos. Unos estamos terminando nuestros carteles (poster según un anglicismo de moda). Varios profesores lo hacemos y también algunos estudiantes que trabajan con nosotros.
Vale la pena aclarar que no es lo mismo un cártel, que un cartel, los más famosos para la prensa son los primeros, especialmente a raíz de la conducción aleatoria que viene sufriendo nuestro país. Por esa razón, con frecuencia me veo tentado a escribir póster, aunque uno sabe que es un anglicismo vulgar, a fin de evitar pensamientos y asociaciones inadecuadas de ideas.
En especial, el Cuerpo Académico de Física Teórica, al que yo pertenezco. Participa ahora con cinco ponencias que son producto del trabajo en conjunto que venimos realizando y como respuesta a un relativamente pequeño apoyo externo para la investigación recibida por nuestro grupo. Advierto que los teóricos somos muy baratos y que nuestros resultados se obtienen con lápiz y papel, pluma cuando estamos muy seguros de lo que estamos haciendo, computadoras y software científico o de uso común, Internet, y mucha pero mucha paciencia y horas y más horas de discusión entre los colaboradores hasta dar con los caminos correctos.
Los apoyos externos a que me refiero han sido previamente presumidos en la prensa como muestra de la calidad académica de la Universidad de Sonora.
Todos los carteles que llevamos ya son, o están por convertirse, en pedazos de artículos de investigación bajo inspección de árbitros, que como especialistas en el ramo, le responden al editor de la revista científica si están de acuerdo o no con nosotros. Si están de acuerdo, y el editor cree que el contenido es relevante para la revista que él edita, lo incluye y se acepta para publicación. En esta ocasión, en nuestro cuerpo académico estamos contentos porque dos de nuestros artículos han sido aceptados en dos de las revistas más difíciles del mundo. Uno versa sobre los cristales líquidos y otro sobre un tema de mecánica clásica.
Todos estos trabajos, más los que estarán satisfactoriamente completos en los próximos meses, también serán oportunamente incorporados a los informes oficiales.
Pero para quien escribe en este blog, nada de lo anterior ha sido importante, pues la contraloría de la Universidad de Sonora ha dispuesto que quienes debemos notitas de hotel y de restaurante de otros apoyos obtenidos en el pasado, no tenemos derecho a más.
Por esa razón, la secretaria administrativa del Departamento de Física me informa que esa disposición llevará a que los cheques que me tocan no serán liberados, si se tramitan, y entonces me propone que asista con mis propios recursos para que después la “Universidad” me los reembolse, (al final explico por qué las comillas).
No termina el día jueves cuando el jefe del Departamento de Física me dice que ni aún cuando religiosamente junte mis notitas, habrá tal reembolso, de modo que termina el 9 de octubre con el mensaje de la contraloría: no hay viaje con apoyo de la institución. De todas formas, como el cartel que me ha tocado confeccionar debe estar listo, dedico la tarde de ese jueves a terminarlo, pero con la sensación de que es mejor ser ordenado en la colección de notitas de hotel y restaurante, pues luego a uno no le creen que si, que uno fue a donde dijo que iba a ir, y que indudablemente se gastó el dinero en comer y dormir para estar despiertos en las actividades académicas que hemos dicho que realizaríamos. Y pienso también que es mejor ser jefe, o director de división, o algo influyente en el edificio principal, para viajar sin ponencia y sin congreso, hasta Europa si es preciso, y peor todavía, sin gestión administrativa que demuestre lo fructífero del paseo, perdón, del viaje.
Llega el viernes 10 de octubre. Llego al área de cubículos a las 7:15 de la mañana, pero el nuevo sistema electrónico abre automáticamente hasta dentro de 45 minutos gracias al horario de burócrata con que ha sido programado. Tengo que buscar una pequeña tarjetita que me han dado para que yo abra, y si lo olvido, allí me quedo afuera esperando hasta que alguien llegue o el sistema marque las 8:00.
Reviso mi clase de las 8 de la mañana, reviso mis correos, veo que nos amenaza un enorme huracán, busco las trayectorias que los modelos climáticos predicen y enseguida ocupo mi tiempo en dos cálculos cortitos que he dejado pendientes. Sigo pensando que gastarse el tiempo trabajando como yo lo hago no es redituable, es mejor buscar esos papelitos que me están pidiendo y que permite demostrar que si fui a donde dije, en lugar de irme a los burdeles caros de Las Vegas, o con las prostitutas más famosas del mundo en Ámsterdam.
Después de mi clase me preparo para imprimir el cartel que me tocó, de los cinco que tienen que estar listos. Sabiendo que en los últimos días será una fila en el cuartito de la impresora, me he puesto de acuerdo con otro compañero que me auxiliará en el proceso de impresión. Pedimos en las oficinas del Departamento la llave del pequeño cubículo contiguo a la sala de cómputo, subimos y: SORPRESA, la computadora tiene una clave de acceso que nos impide realizar la impresión.
Bajamos a las oficinas a preguntar quién sabe cuál es la clave. La secretaria habla por teléfono a varios profesores que ella piensa que podrían saber, pero para todos la existencia de la clave también es una novedad. Dos de los posibles responsables del bloqueo de la computadora están fuera de la ciudad pero uno de ellos es localizable por teléfono. La secretaria le habla y éste le dice que la clave está escrita en un pizarrón
multicitado cuartito, o bien, uno de los prestadores de servicio social la debe conocer. Si él es el autor del bloqueo, no lo sabemos, pero sabe que la clave existe y no la proporciona, sino que nos manda a buscarla.
Armados con la nueva información buscamos la supuesta anotación, pero no hay ninguna. Revisamos si hay algún prestador de servicio social, pero tampoco hay ninguno. Se llegan las 10:00 de la mañana, nos hemos malgastado 50 minutos de dos profesores de la Universidad, y como ambos tenemos otros trabajos que hacer, nos regresamos a nuestras labores cotidianas.
Tercera media burocrática en una semana, que lejos de ayudar estorba, pero todavía falta otra: mi estudiante me dice que aún no consigue un profesor responsable que le proporcione una firma para que expidan un mísero apoyo para que asista al Congreso. También el ya tiene listo su cartel, me consta porque lo he revisado. Sus cálculos están listos desde junio de 2008 y quiere llevar su primer trabajo a un congreso. Me dice que ya le han autorizado el apoyo, pero al dar mi nombre le responden que yo no por disposiciones de la contraloría, entonces menciona otro integrante del cuerpo académico y le dicen que tampoco, propone un tercero y le contestan que tampoco. Conclusión, no somos profesores responsables. Finalmente, el jefe del Departamento facilita su firma y entonces los caminos se abren. Menuda experiencia para un joven que empieza en la investigación científica.
Se cierra la semana con la sensación de que estamos trabajando a pesar de las autoridades que tenemos, y aunque éstas se desvivan en discursos, inserciones pagadas en la prensa escrita, entrevistas cebolleras en la radio que tampoco sabemos si son auténticas, la realidad es como los botones de muestra que acabo de escribir.
Pueden decir misa, pero los hechos allí están. Ser eficientes en el trabajo es la única retribución para nuestro estado de ánimo, el “apoyo” con frecuencia se transforma en un estorbo, y eso no se debe a los universitarios, proviene de las decisiones que toman las autoridades con mucho o poco poder, por eso las comillas del séptimo párrafo.
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