sábado, diciembre 27

Autogoles universitarios

por José Darío Arredondo López

Recientemente (martes 2 de diciembre) se aprobaron por el Consejo Divisional (CD) de Ciencias Económicas y Administrativas, una serie de portales de internet que contienen publicaciones virtuales, a modo de catálogos de publicaciones en donde no están consideradas las de la propia Universidad, ni en lo que corresponde a la producción de libros ni a las revistas que se publican en las distintas unidades académicas.
¿Se partirá del supuesto de que lo que se hace al interior no es bueno? ¿Se tendrá la idea de lo que se hace fuera es mejor? De ser esto así, ¿tendrá caso mantener un aparato editorial amplio y costoso, que incluye el área de publicaciones y la imprenta? ¿Tendrá sentido continuar publicando revistas en las diferentes unidades académicas? ¿Valdrá la pena el esfuerzo?
Al parecer, los académicos de los departamentos de Economía, Contabilidad y la Maestría en Administración (que no fueron tomados en cuenta en la propuesta de los catálogos aprobados), tendrán que publicar en cualquier otra parte menos en su propia institución, porque el órgano colegiado que es el Consejo Divisional decidió descalificar o por lo menos no proteger la producción doméstica, lo que revela un problema de autoestima profundo, que tendrá como consecuencia inmediata el desinterés por mantener la producción editorial propia, inválida por decreto del CD.
El esfuerzo editorial de años quedó evidenciado como inútil, las horas de discusión, escritura, diseño, corrección y los engorrosos trámites para la publicación saltaron por los aires gracias al impulso autodestructivo de las propias autoridades, que decretan incompetentes las publicaciones de la División de Ciencias Económicas y Administrativas (DCEA) pero también cualquier otra que tenga por origen la Universidad de Sonora, ya que no se les ocurrió aprobar un catálogo que las abarcara.
La inclusión de un catálogo UNISON, resolvería varios problemas: Mantendría el interés de los académicos de alimentar las páginas de las publicaciones universitarias en cada unidad académica donde se realiza este esfuerzo, alentaría la mejora de la calidad de las publicaciones en el aspecto material y de contenido, se proyectaría la Universidad de Sonora como una fuerza académica que da frutos intelectuales dignos de mérito, se incrementaría la presencia de la institución en bibliotecas y centros de estudios, sería una referencia autorizada en las bibliografías y hemerografías de los distintos tipos de trabajos escritos, académicos e informativos. Todo ello sería posible si se continuara el esfuerzo editorial de la Universidad con el concurso de sus propios académicos, interesados en ver publicados sus trabajos con la seguridad de que les serán reconocidos oficialmente cuando soliciten su promoción de categoría y nivel dentro del tabulador universitario.
La omisión o ninguneo de parte del órgano colegiado que es el Consejo Divisional, permite vislumbrar el fin de la revista Vértice de la DCEA, así como el de otras que sirven a los profesores e investigadores para publicar sus hallazgos.
La ridícula idea de que lo externo es mejor, por comisión o por omisión, contradice o por lo menos hace que parezcan sospechosos los reconocimientos que la Universidad de Sonora ha estado recibiendo por la calidad de sus programas académicos y procedimientos administrativos. La anterior circunstancia permite suponer que las autoridades divisionales, en el mejor de los casos, optan por esperar que algún portal o biblioteca virtual ajena recoja, o acepte a solicitud de parte, las publicaciones universitarias para, al fin, reconocer que pueden ser un medio para que sus propios académicos se sientan confiados en publicar en ellas. Lo anterior demostraría que las dichas autoridades ignoran que el comportamiento normal de los académicos sería el de buscar publicar en las revistas y editoriales que estén “reconocidas” en su División, ya que lo que importa es acreditar publicaciones para los efectos de promoción, entre otros.
El no confiar y alentar la propia capacidad en los hechos de la vida cotidiana universitaria, disminuye, desacredita, ridiculiza las expresiones de suficiencia que se dan cuando la SEP o algún otro ente público otorgan “reconocimientos” a la institución universitaria. Quizá el rector Pedro Ortega Romero ignora que en la institución que representa se duerme con el enemigo, porque quizá los directores de división desconfían de los reconocimientos y sufren de un complejo de inferioridad generado por la propia estrechez de sus circunstancias.
Como quiera que sea, las aspiraciones legítimas de los académicos de ascender en la escala tabular, cuentan con un obstáculo incrementado por la propia mendacidad burocrática de sus autoridades inmediatas. Parece que las autoridades divisionales optan por acatar los acuerdos del Colegio Académico rápido, pero no necesariamente bien. Y ahí está el detalle.
Cabe esperar un acto de rectificación del acuerdo sobre publicaciones por parte del Consejo Divisional, reconociendo que las publicaciones universitarias tienen la calidad y autoridad suficientes que derivan del profesionalismo y capacidad de sus colaboradores. Si no fuera así, ¿qué sentido tienen los reconocimientos y acreditaciones recibidos?

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