miércoles, abril 9

Anatomía del poder en la Universidad de Sonora

Por: Oscar Yescas Domínguez

A pesar de ser un académico con amplia trayectoria en una institución de educación formal como lo es una universidad, no soy muy afecto a darle importancia a los títulos académicos porque aprendí de mis padres que todas las personas son importantes y merecen respeto por su simple condición de ser seres humanos y no por su posición económica o nivel educativo.

Confieso que estoy en contra de poner un título antes de decir mi nombre cuando me presento ante alguna persona desconocida y simplemente digo mi nombre. Esperaría que los demás hicieran algo parecido, sin embargo estoy en un medio en el que la mayoría de mis compañeros avienta por delante sus credenciales antes de decir su nombre y es muy común ver en mi ámbito de trabajo que en el trato cotidiano se substituyan los nombres por los títulos, sobre todo en ese círculo reducido  de aquellos que han hecho estudios de Doctorado y se llamen entre sí “Doctor” cuando se saludan, aparentemente para establecer una diferencia entre ellos y los demás.

Ver esto me hace sonreír porque me lleva a recordar cuando inicié mis estudios de Psicología en la Universidad Veracruzana, ya que en aquella institución y en aquel tiempo, la facultad de Psicología pertenecía a la división de ciencias biológicas, por lo que los estudiantes de Psicología, Medicina y Biología compartíamos un curso propedéutico y usábamos batas blancas en nuestras prácticas en el anfiteatro diseccionando cadáveres, llamándonos entre nosotros mismos “Doctor” pues la mayoría iba a Medicina.

Por ello mismo, solo quiero decir que en mi experiencia de más de 34 años como profesional de la Psicología he aprendido que en las relaciones interpersonales la relación de igual a  igual es lo más valioso, fructífero y satisfactorio que pueda existir.

Retomo en este punto aquel dicho que plantea que la cualidad más importante de un sabio es la humildad (y yo le agrego la sencillez) y por ello trato de ser tan simple y sencillo como puedo, actuando con toda naturalidad y autenticidad evitando en todo momento la pedantería académica. Esta sencillez la reflejo en mi vestimenta cotidiana ya que siempre visto en forma casual sin llegar a lo desprolijo.

Sin embargo, pido disculpas de antemano porque el tema que escogí como título de las presentes reflexiones me obliga a mostrar parte de mis credenciales y trayectoria laboral para respaldar lo que aquí escribiré.

Empezaré por decir que estudié Psicología social en la Universidad Veracruzana, lo que me permitió comprender la interrelación e interinfluencia que existe entre el individuo y la sociedad. Es decir, mi formación académica me posibilita entender cómo el individuo influye a la sociedad y cómo la sociedad influye sobre el individuo.

Lo anterior se puede lograr al reflexionar que todos los seres humanos somos seres sociales, que adquirimos ese carácter social al pertenecer a diferentes grupos formales e informales simultáneamente, que vivimos en una sociedad que basa su funcionamiento en la existencia de un sinnúmero de organizaciones que ofrecen productos y servicios y que  coexistimos en diversas comunidades que tienen una cultura particular en el contexto de la globalización, por lo que vivimos un constante proceso de aculturación debido al desarrollo tecnológico que ha generado la tecnología de la información.

Para comprender esta interinfluencia entre el individuo y la sociedad, tenemos necesidad de  manejar un marco teórico que incluya el manejo adecuado de la teoría de grupos, un conocimiento profundo de una teoría de la organización y dominio suficiente de la psicología de las comunidades, o para ser más preciso, de la psicología comunitaria.

            Ingresé a la Universidad de Sonora, mediante un concurso de oposición en 1985, que me permitió ocupar la Jefatura del Área de Psicología Industrial en el marco de la Ley 103, impartiendo materias relacionadas con mi formación como Psicólogo social ya que su contenido incluía la formación del psicólogo para realizar intervención en grupos, organizaciones y comunidades. Cabe mencionar que  me tocó diseñar los programas de las materias para ser impartidos por primera vez, ya que la Escuela de Psicología prácticamente iba naciendo cuando ingresé.

Muchos años antes de ingresar a la Universidad de Sonora desarrollé amplia experiencia como psicólogo organizacional, actuando como capacitador laboral inicialmente y posteriormente como consultor organizacional ejerciendo la práctica privada.

Esta actividad profesional la continué desarrollando ocasionalmente a  mis funciones como maestro universitario, realizando intervenciones de carácter psicosocial en diferentes organizaciones que fungieron como clientes de mis servicios como consultor organizacional.

Todo lo anterior me permitió establecer un vínculo entre lo que enseñaba teóricamente en clases a mis alumnos dentro de la universidad, con la práctica profesional que realizaba fuera de la misma, por lo que puede decirse que tanto los alumnos como un servidor salimos beneficiados de esta unión entre la teoría y la práctica. En esa misma línea de desarrollo personal y profesional, estudié la Maestría en Administración en la Universidad de Sonora lo que me permitió fortalecer aún más mi labor académica y mi práctica profesional privada.

            Cuando se impuso por la fuerza la Ley 4 en la Universidad de Sonora, desaparecieron las áreas de Psicología y surgieron las academias, por lo que la antigua área de Psicología Industrial desapareció para dar lugar a la Academia de Psicología organizacional.

Debido a mi perfil académico se me otorgó el nombramiento de Presidente de la academia de Psicología organizacional. Con el cambio de plan de estudios de Psicología en el primer lustro de este siglo se me asignaron materias en dos ámbitos de intervención:

Por un lado en el campo de la Psicología organizacional (en el mal llamado ámbito de producción y consumo), en el cual mi función es formar psicólogos para realizar intervenciones en organizaciones formales con el objeto de realizar un diagnóstico integral de las mismas y diseñar planes de cambio planeado que conduzcan al mejoramiento continuo de sus procesos.

En el campo de la Psicología social (llamado ámbito de Convivencia social) las materias que imparto contribuyen a la formación de psicólogos para implementar cambios planeados en grupos, organizaciones y comunidades, poniendo énfasis en estas últimas.

Una vez dicho lo anterior, le pido una disculpa al lector por esta larga descripción de mi trayectoria y funciones, pero lo consideré necesario ya que este escrito será publicado más allá de las fronteras de la Universidad de Sonora.

Reconozco que el título de este artículo es ambicioso, pues requiere de una explicación integral de un proceso de interacción social que forma parte de una dimensión particular del sistema organizacional.

Por cuestión de procedimiento debemos partir de laconsideración de que el estudio del comportamiento humano en las organizaciones debe ser realizado en base a un enfoque integral, que utilice la teoría de sistemas para reconocer que las organizaciones son sistemas sociales que conforman un todo, pero que están conformadas por dimensiones internas que son interdependientes entre sí y que ejercen una mutua interinfluencia, de tal forma que debemos reconocer que el éxito o fracaso de una organización está en función del grado de colaboración y armonía que alcancen cada una de sus partes.

Para ilustrar esta interdependencia podemos retomar la definición de Psicología organizacional de Fernando Zepeda que nos dice “La Psicología organizacional es la rama de la psicología que estudia el impacto que la tarea, la estructura y la tecnología tienen en el comportamiento individual y grupal de los integrantes de una organización”.

En ese sentido podemos decir que las organizaciones son las personas, no los edificios o los activos fijos. Lo que la da vida a las organizaciones son las personas que interactúan dentro de ellas.

Esto lo podemos entender mejor al ver que el desarrollo de las ciencias sociales ha permitido construir un concepto de organización en los términos siguientes: “Una organización es el conjunto de personas que en el marco de una estructura, utilizando tecnología, interactúan entre sí para lograr objetivos comunes”.

Partiendo de la premisa de que toda organización formal surge para ofrecer un servicio o un producto a la sociedad, podemos ubicar la función social que tiene la Universidad de Sonora.

El papel social que tiene asignado es ofrecer un servicio de educación universitaria a la comunidad sonorense para contribuir al desarrollo social de Sonora y de México formando profesionistas que con su práctica profesional contribuirán a su vez en el mejoramiento de sus comunidades.

La Universidad de Sonora tiene un largo historial, mas de 70 años de existencia durante los cuales se ha posicionado en forma indiscutible no solo como la Alma Mater sonorense, sino también como una de las mejores universidades de México.

Como parte de su historia, ha experimentado una dinámica interna que la llevó en un pasado reciente a la implementación de un cogobierno que mantuvo cerca de 20 años en el marco de la Ley 103 universitaria que incluía un sistema de elección de autoridades basada en el voto secreto, directo y universal, a través de la cual los trabajadores, los maestros y los estudiantes mediante un voto igualitario elegían al rector de esta universidad.

Esta estructura de gobierno permitió hablar en su momento de la Universidad de Sonora como una de las universidades más democráticas del país y sobre esa base desarrolló una cultura universitaria de participación activa en la que cada trabajador, cada maestro y cada estudiante era tomado en cuenta en las decisiones relevantes de la institución.

Por ello mismo la estructura organizacional era de tipo horizontal, cuya máxima autoridad era un Consejo Universitario en el cual estaban representados todos los integrantes de la comunidad universitaria, es decir, los trabajadores, los maestros y los estudiantes.

Sin embargo esta democracia universitaria terminó de un plumazo con la imposición de la Ley 4 en 1992 por parte del Gobierno del Estado encabezado por Manlio Fabio Beltrones Rivera y con la complicidad de autoridades universitarias encabezadas por el entonces Rector Marco Antonio Valencia. Esta nueva ley universitaria enfrentó la oposición y rechazo de la comunidad universitaria, por lo que sólo se logro imponer mediante el uso de la fuerza pública que fue utilizada para reprimir a estudiantes, maestros y trabajadores que rechazaban esta nueva Ley que ellos no solicitaron.

En base a una mirada retrospectiva podemos ver que la aplicación de la Ley 4 en la universidad de Sonora representó un retroceso histórico, académico y social:

1.- Por un lado observamos que en un sentido contrario a los vientos de cambio que circulaban por el mundo en esa época, cuando diversos movimientos sociales enarbolaban las demandas de  mayor libertad, mayor democracia y mayor participación social, en la Universidad de Sonora se dio un retroceso histórico en su funcionamiento al imponer una ley universitaria que acabó con la participación y democracia que formaban parte de la cultura universitaria.

2.- Por otro lado, podemos decir también que  la imposición de la Ley 4 en la Universidad de Sonora reflejó un total desconocimiento y negación de los descubrimientos científicos en ciencias sociales (sobre todo en Psicología) que recomendaban el ejercicio de un liderazgo democrático y participativo en los grupos y  organizaciones para que estas funcionaran mejor, recordemos aquí los resultados del experimento de los tres climas de Kurt Lewin. http://www.monografias.com/trabajos93/intervencion-psicologica-grupos-sociales/intervencion-psicologica-grupos-sociales.shtml

Aún más todavía, también se ignoró las aportaciones de los estudiosos de la teoría de la motivación, sobre todo de la teoría “Y” de Douglas McGregor que plantea que a mayor PARTICIPACION de los miembros de una organización en la toma de decisiones relevantes para la misma, habrá mayor SATISFACCIÓN y en consecuencia esto generará una mayor PRODUCCION.http://servicios.educarm.es/templates/portal/images/ficheros/etapasEducativas/secundaria/16/secciones/270/contenidos/5880/teoria_x_e_y_teoria_z.pdf

            3.-        Los estudiosos de la psicología de las organizaciones recomiendan en sus textos que es necesario cambiar la estructura piramidal tradicional de las organizaciones, en las que se observan tres niveles: altos mandos, mandos medios y personal de base, porque esto impide e inhibe los procesos de comunicación y participación de los integrantes de la organización.

Recomiendan el diseño de organizaciones que tengan una estructura más horizontal, con el ejercicio de un liderazgo más distribuido y compartido, para propiciar el logro de las metas que persigue la organización al mismo tiempo que se incrementa la satisfacción de los integrantes de la misma.

Entonces nos encontramos con la situación irónica, contradictoria e inaceptable de que en la universidad de Sonora se dio marcha atrás al inhibir la participación universitaria en tiempos de cambios sociales que reclaman mayor participación social y se ignoraron las aportaciones de las ciencias sociales en una institución de educación superior que tiene científicos de primer nivel que a su vez forman científicos para incorporarlos a la sociedad.

Es por ello que puede afirmarse que la implementación de la Ley 4 en esta institución educativa sonorense representó un retroceso histórico ya que con esta nueva ley se eliminó la participación de los universitarios en la elección del Rector de esta institución y se redujo la participación en esta importante decisión a tan solo 5 universitarios y (el colmo) se incluyó la participación de 9 personas ajenas a la universidad de Sonora en este importante proceso de decisión para seleccionar a quien “representaría” a miles de universitarios.

Aquí y en China eso se llama autocracia ya que miles de universitarios, trabajadores, maestros y estudiantes quedaron marginados de este proceso, por más que intenten disfrazarlo de democrático con las farsas de “auscultación universitaria” que han utilizado como mecanismo previo a la designación de rector.

Desde hace 21 años que entró en vigencia la Ley 4 en la Universidad de Sonora, en todos estos años la junta universitaria ha elegido tan sólo a 3 personas para ocupar el cargo de rector por un período de 4 años cada uno.

Por si había dudas de la autocracia en la Universidad de Sonora, mencionemos que curiosamente los 3 rectores fueron reelectos por la misma junta por otros 4 años, por lo los dos primeror (Jorge Luis Ibarra Mendívil y Pedro Ortega Romero) disfrutaron del ejercicio del poder durante 8 años.

El tercer rector en el marco de la Ley 4, Heriberto Grijalba Monteverde va en su primer año de reelección o sea por su quinto año y su sola presencia refleja ya en estos momentos la existencia de la antidemocracia y el autoritarismo en la Universidad de Sonora.

En el marco descrito anteriormente al analizar el tema del poder en esta institución educativa es inevitable ubicarlo en dos niveles, el primero en el  contexto de la imposición de la Ley 4 y en el segundo, como parte integrante  de una de las dimensiones de estudio de toda organización formal, el liderazgo, es decir, el ejercicio del poder como la expresión de un liderazgo organizacional.

Para realizar la anatomía del poder dentro de una organización, debe tomarse como punto de partida la psicología de dicha organización. Es por ello que puede hablarse de una “anatomía psicológica” de la misma.

Cuando se estudia a los grupos y a las organizaciones se puede identificar que ambos tienen una estructura que es el resultado de su cultura que les caracteriza, les da vida y de la cual se desprende su funcionamiento. 

En la Universidad de Sonora curiosamente esto no sucede así, ya que al imponer la Ley 4 en 1992 no cambió en forma automática la cultura universitaria. A veintiún años de existencia de la Ley 4, puede observarse un divorcio entre la estructura universitaria que impide la participación de maestros, trabajadores y estudiantes y la cultura de la misma institución, cuyos integrantes demandan cada vez mas ser tomados en cuenta en el proceso de toma de decisiones relevantes para esta institución.

Para entender porqué no cambió la cultura de esta institución, debemos definir previamente el concepto de cultura, la cual entenderemos como el conjunto de experiencias, hábitos, valores, costumbres que caracterizan el funcionamiento de un grupo o de una organización.

La imposición de la Ley 4 por la vía de la fuerza, encontró gran resistencia por parte de la comunidad universitaria, sobre todo estudiantil, una resistencia que podemos llamar activa expresada en el rechazo público y en manifestaciones de protesta que fue eliminada y reprimida gradualmente.

Pero también existe otro tipo de resistencia de tipo pasivo que ha permanecido aún después de 21 años de haber entrado en vigor y se manifiesta en labor de boicoteo “hormiga” de parte de un sector de los universitarios a los procedimientos establecidos en esta nueva ley.

Existen elementos dentro de la comunidad universitaria (sobre todo académicos y trabajadores) que han resistido durante estas dos décadas a este proyecto antidemocrático que fue la Ley 4 y que conservan en su memoria los recuerdos y vivencias de cómo se dio el cambio de la ley 103 por la Ley 4.

Estos recuerdos y experiencias han sido la inspiración para generar protestas y demandas de mayor participación universitaria en cada ocasión que se da el cambio de Rector por parte de la Junta Universitaria.

El cambio legislativo en la Universidad de Sonora dio origen a una estructura burocrática, caracterizada por un verticalismo en su ejercicio y por un crecimiento exagerado. La Ley 4 y la burocracia universitaria rigen la actividad interna, determinan su funcionamiento pero después de dos décadas siguen sin  consolidar el cambio total de la cultura universitaria.

Como bien es sabido la Junta universitaria (este grupúsculo de 15 integrantes), actuando como una verdadera “Junta militar”, ha ignorado las peticiones de amplios sectores universitarios en el sentido de participar en la toma de decisión del nombramiento de Rector y jamás ha tenido un contacto directo con la comunidad universitaria que dice representar. Como delincuentes organizados se reúnen cada cuatro años en cónclaves para actuar bajo consigna y elegir y reelegir sin justificación alguna a la persona que ocupará el cargo de rector.

Bajo este cobijo y modelo a seguir las autoridades administrativas de la Unison, de manera creciente han optado por el ejercicio del poder adoptando un estilo de liderazgo autocrático y excluyente mientras que continúan disfrutando de canonjías, privilegios y sueldos amorales.

En este proceso de manera creciente han perdido contacto cada vez más con quienes dicen representar, los trabajadores, los maestros y los estudiantes, es decir, la comunidad universitaria.

Conducen vehículos de modelo reciente, tienen oficinas lujosas, mientras que a los académicos les restringen cada vez más sus derechos  y prestaciones. Utilizan la mayor parte del presupuesto universitario para pagarse a sí mismos altos sueldos, mientras que escamotean ridículos aumentos de sueldos a trabajadores y maestros con el argumento de la política de tope salarial.

Aumenta cada vez más la distancia entre el líder formal (rector) de la Universidad de Sonora y sus “seguidores” (que nunca lo han sido) los universitarios. Si retomamos la veracidad del dicho de que no hay líder sin seguidores, el rector de la Universidad de Sonora cada vez está más solo y únicamente está acompañado de aquellos que comparten su ambición por el reparto del pastel de los recursos universitarios  y de pequeñas cuotas de poder.

El conflicto actual de huelga impulsada por los trabajadores universitarios en la Universidad de Sonora llega a sus 40 días sin solución, mientras que crece la amenaza del estallido de huelga por parte de los académicos universitarios ante la intransigencia de las autoridades universitarias. No cabe la menor duda de que este panorama refleja la existencia de un vacío de liderazgo al interior de la máxima casa de estudios sonorense.

En esta línea las autoridades universitarias han perdido de vista la misión fundamental de la universidad de Sonora que se desprende de su carácter público, que consiste precisamente en su contribución al desarrollo social de la entidad y país a través de la formación integral de profesionistas calificados para elevar el nivel de vida de sonorenses y mexicanos.

Las autoridades administrativas, a pesar de que varios de ellos proceden de las filas del sindicalismo y del grupo de académicos, han perdido la mística de servicio y se han enajenado con el poder al que han tenido acceso y que disfrutan a tal grado que no desean dejarlo ni mucho menos compartirlo.

Han descuidado y perjudicado el desarrollo profesional y la estabilidad laboral de los académicos, lo cual repercutiría en la elevación del nivel de la calidad educativa en beneficio de los estudiantes y de la sociedad en general y han optado por desviar buena parte de los recursos universitarios en su beneficio personal. 

Confunden autoridad con el poder al actuar bajo la premisa de que al tener el poder deben ser respetados, confundiendo el respeto con la sumisión y el temor. Encuentran su complemento en aquellas personas que asumiendo un rol de obediencia acostumbran referirse a las autoridades como “el Señor Rector”, el Señor Secretario”, el Señor Director” etc.

Hay un dicho que plantea que “el poder no cambia a las personas, sólo las muestra tal y como son”. En el reparto de posiciones de poder desde el nivel más bajo dentro de la estructura de la Ley 4 que es las Presidencias de  Academia hasta la posición de Rector, se observan personas que cambian radicalmente de actitud y comportamiento una vez que asumen alguna posición de poder.

Si proceden del sindicalismo universitario vía STAUS o STEUS, asumen una posición antisindicalista y pagan el compromiso contraído al otorgarles posiciones de poder, golpeando a la organización que antes los protegía y a la cual le deben mucho de su desarrollo personal y profesional, esto es a los sindicatos.

Sobre esto hay varios casos que podríamos tomar de ejemplos de conversión, empezando por Jorge Luis Ibarra Mendivil primer rector de la Universidad de Sonora en el marco de la Ley 4. Personaje que en su juventud se desempeñó en esta misma universidad como activista estudiantil radical, pero que en su madurez se integró al PRI, que lo premió con darle la Rectoría de la Universidad de Sonora, desde la cual ejerció un liderazgo autocrático y fomentó el culto a la personalidad  que todavía algunos universitarios siguen cumpliendo. De las filas del PRI pasó al PAN cuando este partido ganó las elecciones para gobernador, y se desempeña como ferviente panista en el cargo de Secretario de educación y Cultura.

Para no ir más lejos, veamos el caso del actual rector Heriberto  Grijalba Monteverde, el Sindicato de Trabajadores Académicos (STAUS), le ayudó a conseguir una plaza de maestro de tiempo completo, a través de esta organización sindical obtuvo una casa habitación y otro tipo de beneficios. Sin embargo,   esto no le ha impedido declarar públicamente sus aspiraciones de ser el rector que acabó con las huelgas en la Universidad de Sonora, aunque esto implique acabar con los sindicatos.

En conclusión, el poder en la Universidad de Sonora es ejercido siguiendo el estilo de liderazgo autocrático, refleja una gran distancia entre el discurso y la acción y se ha llegado a la situación de que la Universidad de Sonora se encuentra en estos momentos en una crisis sin precedente que afecta considerablemente su dinámica interna y su imagen externa.

La concentración excesiva de poder en la persona que ocupa el cargo de Rector, la falta de compromiso e integración de los integrantes de la Junta universitaria, la personalidad endeble y falta de principios morales de quien ocupa la silla de rectoría, han propiciado una  L'ivresse du pouvoires decir , borrachera de poder, cuya resaca tendrá consecuecnias graves para el conjunto de integrantes de la comunidad universitaria.

La verdadera causa de todos estos males se encuentra en la Ley 4 que rige actualmente el funcionamiento de la Universidad de Sonora, que acabó con un modelo de participación universitaria, que acabó con la gratuidad de la educación universitaria, que lesionó seriamente a la educación pública, que crea las condiciones para que surja la corrupción al interior de la Universidad de Sonora a través de esta concentración excesiva de poder y que en momentos de crisis como la actual huelga universitaria no contempla una figura de contrapeso que pueda oponerse a los designios del actual rector en su ruta de conversión a dictador.

Bajo la premisa de que algo bueno debe surgir de lo malo, el conflicto universitario actual nos debe conducir a la convicción de que necesitamos cambiar cuanto antes esta ley antidemocrática, represiva y excluyente por otra legislación universitaria que permita el retorno de la democracia y la participación de los universitarios en los procesos de toma de decisiones relevantes en nuestra Universidad de Sonora.

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