miércoles, noviembre 4

La participación de artistas en los movimientos sociales

Por José Luis Jara / Dossier Politico

Dia de publicación: 2009-11-03

La participación de zanqueros, teatreros, músicos y artistas en general, ha sido notoria en las manifestaciones sociales que se han protagonizado en las calles de Hermosillo.

La mayoría de ellos provienen de la escuela de artes de la Universidad de Sonora. Son jóvenes estudiantes de teatro, de música, de danza, egresados de esas escuelas y otras de la máxima casa de estudios, pero que destaca su participación porque es mucho más elocuente, más ilustrativa e ilustrativa en involucrar las manifestaciones artísticas con un reclamo social.

El grupo de los zanqueros es el más vistoso, el que requiere mayor condición física. Y al frente de ellos, el maestro de teatro de la escuela de artes de la Universidad,  Luis Ricardo Gaytan Osorio Benavides es el más entusiasta.

La procesión que realizaron el sábado pasado de la guardería ABC a la plaza Emiliana de Zubeldía, el maestro se la aventó toda. Caminó más de tres kilómetros en zancos, marcando la dinámica de la manifestación. Eso ya habla mucho más allá de una excelente condición física.

Acudimos a la oficina del profesor de teatro a la Universidad de Sonora, un cubículo con un escritorio donde la computadora ocupa el lugar de  la principal herramienta de trabajo.

Al maestro se le planteó la entrevista, se le planteó la situación y sin mucho preámbulo aceptó que se encendiera la grabadora.

El maestro habló del asunto, desde la perspectiva de un teatrero profesional, donde primero se habló de su experiencia artística, de sus inicios como zanquero:

Éramos jóvenes colombianos que en 1982 o 1983 trabajábamos en un grupo de teatro profesional donde cada quien tenía que sacar lo mejor de sí, sin medirse con los demás. Donde digamos, yo soy nervioso, soy disléxico, soy descarriado pero quiero montar en zancos. Luego vinieron los ensayos donde el instrumento se tiene que convertir en una obsesión.

El maestro, en sus explicaciones, en las que se explayó sin muchos cuestionamientos, recordó la manera en que él vivió el 5 de junio.

Yo en los particular, el viernes 5 de junio, me costó trabajo dormir. Lloré como niños, me fumé dos cigarros y no pude dejar de llorar.

A la primera marcha acudió porque se suspendió la función que tenía programada. Y ahí –recordó- pudo darse cuenta que no era sólo el que sentía lo mismo. Éramos muchos.

Pero enseguida, el maestro recapacita y dijo con  cierto reclamo: Pero óigame, pasó junio, julio, agosto, septiembre, octubre y ya estamos en noviembre, cinco meses y parece que ya se nos olvidó. Y todavía hay gente que se refiere, que hablé de un “accidente”. ¿Accidente? ¿A qué ignorante estúpido, insípido se le ocurre llamar a eso accidente? Cualquiera que tenga un centímetro de inteligencia o sensibilidad, sabe que a eso no se le puede llamar accidente, porque nadie se puede imaginar a un niño rostizado, la angustia de un padre, de una madre y fueron 49.

Cuando el maestro de teatro llegó a Hermosillo fue para dar un curso sobre zancos por allá en 1992 y el espectáculo lo presentó en el parque Madero, con los teporochos. Fue excelente –recordó.

Y vengo a quedarme a vivir y trabajar en la universidad en 1999.

Pero antes de ello estuvo en Jalapa, Veracruz.

La entrevista con el maestro fue larga. Por lo pronto, quedó constancia de la participación de teatreros, zanqueros y artistas de diferentes expresiones en los movimientos sociales.

Incipiente apenas, pero existe.

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