lunes, abril 11

Universidad de Sonora, cambios a Contrarreloj

Por Francisco J. Covarrubias B.  / Dossier Político

Dia de publicación: 2011-04-11

El fin de la huelga en la máxima casa de estudios conlleva un nuevo desafío que fija la atención mediática y política en el desempeño que tendrá en adelante el Rector Heriberto Grijalva, quien ofreció disculpas a la sociedad y públicamente se comprometió a ser promotor de un auténtico y permanente diálogo con los diversos sectores que integran la comunidad universitaria, compuesta por 33 mil estudiantes, 2 mil 400 académicos y poco más de 1, 700 trabajadores manuales. 

La paralización de actividades, recién concluida, comparada con la de 50 días sostenida entre abril y mayo del 2009 por el Sindicato de Empleados de la Universidad de Sonora (STEUS), pese a su corta duración, además de la consabida pérdida de labores de docencia, investigación, difusión de la cultura, proyectos de vinculación, procesos de evaluación y retraso en gestiones y actividades administrativas, querámoslo o no redunda en  merma de la imagen de la institución.

Sin embargo deja una importante lección: exhibió la profunda inequidad y diferenciación de ingresos, condiciones laborales y profesionales,  entre los académicos en la misma institución.     

Otra lección de esta huelga que se podía haber evitado (como se evitó en  340  empresas establecidas en Sonora, que pasaron por su revisión anual) es que nuestra Institución de Educación Superior no puede ni debe concebirse como una dependencia de gobierno más, sometida a criterios corporativos y/o clientelares, correspondientes a la vieja escuela política pre moderna, en dónde rasgos autoritarios, como sujeción,  arbitrariedad, intolerancia e  irresponsabilidad consistente en la tendencia a despreciar o quebrantar las reglas  y convenios estipulados de común acuerdo,  constituyen una “fórmula eficaz” para un buen funcionamiento.

Entuertos, saldos y asignaturas pendientes

En relación a la primera de las lecciones, poco más de 700 profesores, sobreviven como docentes de asignatura, mediante un concurso por cada semestre, sin certidumbre laboral, sin prestaciones de Ley, sin cubículos e incluso  sin llegar a tener apoyo para estudiar una maestría o doctorado. Mientras que otro segmento de profesores, poco más de 500, también de asignatura, subsisten en una situación laboral similar, a diferencia de contar con una base por materias (indeterminación) y tener derecho a aspirar a ser contratados para impartir clases a seis o siete grupos de 30 a 40 alumnos, cada uno; lo cual en promedio significa que cada maestro  puede llegar a ser responsable del proceso de enseñanza-aprendizaje  de hasta 180 e incluso 220 jóvenes, en el mismo lapso.

Un tercer segmento de maestros, compuesto por 771 docentes y 174 investigadores de Tiempo Completo, menos de la mitad del personal académico, obligados a impartir frente a grupo una carga no mayor a entre 8 y 12 horas por semana,  triplican o cuadruplican  su salario mediante un sistema que incluye Beca de Apoyo a Permanencia,  Estímulo a Grados Académicos, Estímulo a Trayectoria Académica Sobresaliente, Estímulo a Docencia e Investigación, Premio a la Áreas de Investigación,  Premio a Docencia, y el ingreso eventual al Sistema Nacional de Investigadores.

Por lo anteriormente expuesto, y dada la profunda diferenciación de un segmento a otro de los trabajadores académicos en la Universidad de Sonora, no resulta difícil deducir que el malestar laboral mayor en la institución proviene de aquellos estratos que han visto el paso de los años, y han experimentado un deterioro creciente de ingresos, sin reconocimiento profesional ni estímulos suficientes, en virtud de la política de topes salariales impuesta desde principios de los años ochentas (y que en esta revisión se traduce en un 3.9% más 1%  de incremento),  así como una política contraria al desarrollo de los académicos para la obtención de plazas de Tiempo Completo, mismas que se ofrecen a cuentagotas (un promedio de 20 plazas al año).  

Replantear el modelo de Universidad

Otra lección o aprendizaje que deja en la conciencia social esta indeseada huelga, es que  al interior de la Universidad de Sonora existe una política contraria al desarrollo de los académicos. Y no es la política de Grijalva Monteverde, es el resultado de una directriz federal y estatal que apuesta más a invertir en balas, patrullas, policías y soldados, que invertir en educación.

También, es como se ha mencionado, el resultado de un modelo universitario que desde su imposición bajo el gobierno del hoy Senador Beltrones, dividió a los profesores universitarios en “docentes de primera y de segunda clase”, con base en la Ley Orgánica 4: un modelo generoso para unos y lesivo para otros.  Un verdadero apartheid o sistema de segregación profesional.

No obstante es necesario aclarar que si existe una virtud en el actual modelo orgánico que campea en la Unison precisamente es el de un  sistema de compensaciones que ha dignificado los alcances de un sector de los académicos, y puede servir de referente para dignificar a todos en su conjunto.

Pues no se trata de que “a todos nos vaya mal”.  Replantear la Universidad, en todo caso, no deberá traducirse en proponer reducir estímulos extra salariales a los de Tiempo Completo e investigadores. Más bien en generar mecanismos compensatorios para que las y los docentes más desfavorecidos, accedan a decorosas condiciones en que realizan su actividad en la universidad.

Y es que esta huelga que recientemente enfrentó la Universidad de Sonora ciertamente debe convertirse en oportunidad de hacer un replanteamiento de la misma institución y modernizarla, como lo comentó el ahora auto destapado precandidato del PRI a la presidencia de México, en su visita fugaz a estas áridas y solariegas tierras sonorenses.

Más habría que aclarar lo siguiente: si la Unison dejó de tener huelgas y empleados y maestros se dedicaron a la disciplina y el trabajo, sin estallar movimiento alguno durante los años posteriores al cambio de Ley Orgánica, lo logrado indiscutiblemente menguó por la presencia sucesiva de autoridades que no lograron gestionar los recursos indispensables para equilibrar un rápido crecimiento de la institución y armonizar la creciente demanda de su población con una oferta suficiente de espacios físico y maestros bien remunerados y con estabilidad laboral.

En este tenor el que los académicos de la Unison, como un todo, en su momento se sometieron al esquema impuesto por la Ley 4, contribuyendo a su paulatina legalización y  legitimación, esto les otorga el derecho de participar en el proceso de  reformarla, replantearla y modernizarla. Actualizarla al punto de hacerla más transparente y favorable en sus contenidos para ofrecer una relación laboral más justa y equitativa, más profesional y digna, al conjunto de sus maestros, para dejar de lado la discriminación que particularmente menosprecia la trascendente actividad que desempeñan los profesores de asignatura. Es éste y no otro el sentido de la modernización  que urge a la Universidad de Sonora.

Valga considerar por último que creer que se terminaran los ciclos de conflictos anuales por arte de magia, sin cambiar de enfoque a fin de visualizar en las amenazas de huelga verdaderas oportunidades de encontrar soluciones, es apostar a que a la larga la polarización y diferenciación de intereses entre los mismos académicos (unos privilegiados y otros desposeídos), los llevará a enfrentarse entre sí encarnizadamente, por los magros recursos presupuestarios, y que ésta situación abonará a la calidad y excelencia de nuestros egresados universitarios. Craso error. ¿Usted que piensa amable lector?.   

Comentarios:  frank-covarrubias@hotmail.com

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